miércoles, 16 de junio de 2010

Comienzo


Me sentía muy cansada. Con un gran esfuerzo, empecé a abrir los ojos ante los primeros rayos de luz que se colaban a través de mi ventana. Era una mañana clara, libre de las oscuras nubes que llevaban acompañando al cielo toda la semana. Estirando el brazo, conseguí coger el reloj digital que estaba posado sobre mi mesita y, aunque aún no había abierto los ojos del todo, pude ver la hora con facilidad: las seis de la mañana. Finalmente, me levanté de la cama con un gran suspiro y miré hacia mi escritorio, aún desordenado por la noche anterior. Entre los papeles, destacaba un diario, un diario de piel negra con las esquinas desgastadas e, incluso, con algunas de sus páginas arrancadas. Acercándome al escritorio, lo cogí entre mis manos y volví a mirarlo de nuevo, como había hecho, una y otra vez, la noche anterior.

- Todo fue un simple malentendido – susurré, mientras empezaba de nuevo a recordar.

Hace unos días, recibí una llamada telefónica de un hombre al que no conocía. Parecía muy ansioso por verme y quería que lo visitase cuanto antes en su trabajo, en un viejo bloque de pisos situado en una parte muy poco recomendable de la ciudad. No pude acudir hasta ayer, cuando, por azares del destino, acabe en esa parte de la ciudad por temas de trabajo. Su despacho estaba en la última planta de ese viejo y destartalado bloque de pisos. Debí de habérmelo imaginado en cuanto había escuchado su vocabulario pero no lo adivine hasta que vi la palabra ATTORNEY en letras negras sobre su puerta de cristal. Con vagos golpes, llame a la puerta finalmente.

- Adelante – una voz muy grave y algo ronca atravesó la puerta.

- Disculpe – dije, tras haberla abierto con cautela – Mi nombre es…

- Sé quien es – estirando su brazo, me indico una silla que tenía delante de su mesa – Por favor, señorita Heredia, tome asiento.

Extrañada, tome asiento y lo mire.

- ¿Ocurre algo? – me pregunto, llevándose un cigarro a la boca y echando una calada.

- Oh, no – le dije rápidamente – es que hace mucho tiempo que no utilizo ese sobrenombre y me ha resultado muy extraño que usted lo conozca…

- Vera, conozco más de lo que usted cree pero, bueno, ese no es el caso por el que quería reunirme con usted. Tenemos asuntos de mayor importancia.

Arqueando una ceja, le mire.

- Usted dirá.

Levantándose, se dirigió a uno de sus ficheros, oxidado por el paso del tiempo, y abriendo uno de sus múltiples cajones, sacó una carpeta de color marrón, con un nombre que no pude ver bien.

- Vera, hace dos semanas he recibido un paquete de parte de alguien que estoy seguro que conoce – dio otra calada y dejo el cigarro, de nuevo, sobre el cenicero – pero todavía no quiero desvelarle la sorpresa – me sonrío y abrió el contenido de la carpeta, en la cual abundaban muchos papeles.

Lo mire y espere a que continuase.

- En el paquete, aparte de una carta a mi nombre, venía esto – abriendo su cajón, saco lo que parecía ser un libro, envuelto en papeles de periódico que databan de un año atrás. Empezando a desenvolverlo, pude ver que se trataba de un cuaderno negro, muy gastado y con la palabra DIARY en el centro del mismo. – Como vera, es un simple diario, pero es un diario que alguien ha querido que usted tenga.

- Disculpe, no tengo ni la menor idea de que va todo esto y tengo trabajo, así que o me dice a lo que he venido o me voy – dije, poniéndome el bolso y haciendo amago de irme.

- No sea tan impaciente, señorita Heredia. Todo llegará a su tiempo, simplemente escuche lo que tengo que decirle y tome – me tendió el diario – es suyo.

Tomándolo en mis manos, lo mire sin el menor signo de reconocimiento y suspire.

- Mire, no sé de quien puede ser el diario pero estoy segura de que no es para mí. Mi tiempo es muy valioso y créame, ahora mismo, no estoy para perderlo…

Cuando me levante para irme, accidentalmente el diario se me resbalo de las manos y una carta cayo al suelo. Una carta que tenía mi nombre escrito, Dawn, en un sobre, ya, amarillento por el paso del tiempo.

- ¿Qué es esto? – mire al abogado, cuyo nombre desconocía, y cuya sonrisa destacaba en su rubicunda cara.

- Léala.

Sentándome, de nuevo, en la silla, abrí la carta con el pulso un poco tembloroso y empecé a leer.

Querida Dawn:

No tengo mucho tiempo para escribirte una carta como debería pero es que no tengo a nadie más a quien recurrir. Necesito, desesperadamente, tu ayuda. Despierta, despierta ese lado que esta oculto en ti y encuéntrame. Ayúdame….

Tu madre,

Noa Heredia.

2 comentarios:

  1. Me encanta Laurina, en serio, escribes que da gusto leerte, no me cansare de leerte :P.

    Bueno que sepas que ya tienes a tu primer seguidor de esta increible historia ^__^. Me mola, asi que ya seguire con todo paso detallado las vivencias de madre e hija por ese mundo tan oscuro que es el de los mutantes.

    Continua asi laurina, un beso ^^.

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  2. Me está cundiendo tu historia, y eso que a mi el universo de Mutantes en la Sombra no me apasiona demasiado.

    Sigue así, campeona ;D

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